lunes, 6 de octubre de 2014

Antonio Díaz Miguel




Pocos equipos nos han emocionado tanto como la selección española que logró la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. En una época en las que las medallas se contaban con los dedos de una mano y casi siempre sobraban dedos, una medalla de plata era todo un hito.

Aquel tipo bajito, con gafas y con pinta de abuelo moderno, ya llevaba allí veinte años cuando nosotros lo descubrimos. Hubo una madrugada en la que jugamos como nunca y sí, por una vez, ganamos. Fue aquel partido en Los Ángeles contra Yugoslavia, un país que a los más pequeños nos sonaba por Delibasic, aquel tipo desgarbado al que nosotros recordábamos por anotar puntos como loco vistiendo la camiseta del Real Madrid antes de que Drazen Petrovic apareciese para bajarles todos los humos.

Aquel equipo, dirigido por el abuelete de las gafas, nos hizo perder el sueño en un agosto de 1984. La medalla de plata conseguida fue de tal calibre que tuvieron que pasar muchos años para que otra gran generación, la comandada por Gasol, Navarro y compañía, hiciese sombra histórica a aquel equipo de leyenda dirigido por Antonio Díaz Miguel.

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